El ecosistema aéreo se puede
considerar como un ecosistema temporal, pues ningún ser vivo puede vivir de
forma permanente en el aire. Las aves son los principales seres vivos que
habitan los ecosistemas aéreos, aunque también hay una gran cantidad de
insectos que se podrían incluir en este tipo de ecosistemas.
Sin embargo, como todas las aves
o insectos deben descansar, reproducirse o alimentarse (es decir, realizar las
funciones más importantes) en tierra, se suele considerar el ecosistema aéreo
como una parte del ecosistema terrestre.
Los ecosistemas aéreos están
determinados, al igual que cualquier ecosistema, por sus integrantes, la
relación entre sus integrantes, y por el medio ambiente que ofrece. Las algas,
artemias e insectos que aparecen en el desierto cada vez que llueve llegan a él
por medio del viento; la primera colonización vegetal de la tierra fue llevada
a cabo por los musgos, utilizando el viento como transporte, en el cual todavía
hoy, los musgos y sus descendientes más evolucionados, liberan sus semillas y
sus esporas. El musgo libera millones de esporas al viento, pero debe esperar
los períodos secos, pues de otro modo las esporas absorberían humedad y no
llegarían muy lejos; esto lo hacen protegiendo a las esporas por medio de
cápsulas, que abren cuando las condiciones son favorables. Los hongos liberan
aún más esporas al viento que los musgos: los de tamaño normal pueden liberar
100 millones de esporas en tan solo una hora. El viento es también utilizado
por plantas evolucionadas, como las orquídeas: cada flor libera hasta 3
millones de semillas al viento, pero como deben ser ligeras, no contienen
alimento; por eso sólo algunas sobreviven: las que caen sobre ciertos tipos de
hongo capaces de alimentarlas.
Otras plantas dotan con alguna
porción de alimento a sus semillas voladoras, pero deben proveerlas de algún
mecanismo para incrementar su superficie para así hacerlas flotar más tiempo:
alas helicoidales, por ejemplo, o “pequeños penachos lanosos”. En todos los
casos de difusión por el viento solo una o dos semillas entre millones logran
germinar y crecer hasta la madurez, pero son tantas las semillas liberadas que
de todos modos este sistema ha logrado ser exitoso, llegando a poblar las zonas
más alejadas y disímiles del planeta, como en el caso del musgo, de los hongos
o de las orquídeas.
El viento arrastra también muchos
insectos que a veces logran llegar vivos a destino; y también los arácnidos que
parecieran hacerlo voluntariamente, pues subiendo a lo alto de alguna ramita
fabrican un hilo que van soltando al viento y que cuando es lo suficientemente
largo es capaz de arrastrarlas. Otros muchos insectos no solamente son llevados
por los vientos y las brisas sino que vuelan en él, tienen alas; la
característica de todos ellos es que no pueden mantener su temperatura
corporal, y deben o bien calentar “motores” internamente, aleteando sus alas en
el suelo, o bien calentarse al sol para poder volar; por eso varios de ellos, como
los abejorros por ejemplo, tienen un cuerpo velludo que los ayuda a mantener el
calor, o como las libélulas, que tienen sacos de aire aislantes.


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